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#195

Autor: @tenejapanboy

Este año en todo el mundo se canceló la Navidad. No había mucho que celebrar, el Covid 19 había pegado muy duro en muchos países y con él, el desempleo, la falta de dinero y el cansancio y aburrimiento de permanecer encerrado como medida preventiva para no enfermarse.

Había el llamado a no reunirse con la familia extensa, con los tíos, tias, primos, primas, amigos, amigas, colados, coladas, etcétero y etcétera. La familia nuclear papá, mamá e hijos que incluían a las variantes mamá, mamá e hijos o papá, papá e hijos o los papás y mamás sin hijos o los hijos sin papás, etcétera, si se podían reunir (no les quedaba de otra).

Para León, esto de vivir aislado no era nuevo, él vivía desde hace muchos años sólo, su esposa había fallecido hace muuuuucho tiempo y él, a los 70 años, no había logrado establecer una nueva relación con otra mujer, y al transcurrir del tiempo, León se resignó a vivir sólo en su departamentito de interés social que había conseguido con el INVI, el cual fue por un mucho tiempo, el nido de amor de León y Mathilda, su esposa.

No, no tenían hijos, la suerte no los premió con ellos y la familia de ambos rompió los lazos que los unían por problemas de edades. Si, León era mucho mayor que Mathilda y pues eso no le gusto al grupo de personas que eran sus familiares por ambos bandos y terminaron por señalarlos como no gratos para sus respectivas y conservadoras familias. Lo que no fue un impedimento para que León y Mathilda fueran muy felices en su pequeña isla de interés social.

La Navidad era especialmente difícil para León, pues él y Mathilda tenían como tradición, hacer un tiempo en las labores de ambos. León era taxista, de hecho lo seguía siendo y Mathilde era profesora en la secundaria pública número 7 turno vespertino, que se ubica en el Centro Histórico de la siempre leal y muy bella Ciudad de México. Pues como les iba diciendo, apartaban un tiempo que dedicaban para adornar su pequeño departamento de 40 metros, con todos los adornos de navidad que entre ambos había juntado a lo largo de los años y si, se llevaban un buen de tiempo, pues era cosa de poner series de luces, muchas, muchas series por todos lados, muchas, muchas luces, poner el arbolito y saturarlo de esferas y el nacimiento con los tradicionales, mula, buey, San José, la Virgen, el ángel, los pastores, los políticos, los borregos, los guajolotes, los Reyes Magos, la que vende nopales, el que vende carbón, los puerquitos, los pozos, los puentes, el lago de papel aluminio y obvio el niño Dios.

En este mes de diciembre del 2020, León veía difícil poder seguir con la tradición, ya los años le pesaban y no se sentía bien de salud, tosía mucho y ya había tenido fiebre y dolor de cuerpo, no sentía el olor de la comida, ni el sabor y por momentos no podía respirar, tanto así que desde principios de diciembre había dejado de trabajar el taxi y se la había pasado con tés y paracetamol para sentirse bien, pues no tenía servicio médico y él había sido, toda su vida, reacio a visitar médicos, así que con los remedios caseros la iba llevando.

Así las cosas, entre malestares físicos y la edad, el tiempo pasó volando y León, de repente se dio cuenta que ya era 24 de diciembre y el atraso en el adorno navideño del departamento, el árbol de navidad y el nacimiento era enorme, hasta parecía obra del Tren Interurbano México-Toluca y de reversa, que por tranzas y corrupción el copetes peña nieto quedó tirado y con un gasto millonario no justificado.

Extrañamente, la mañana de ese día 24 de diciembre, León se sintió muy animado y se dio un buen baño, desayuno bastante bien y percibió una energía inusual que lo animaba a echar manos a la obra y adornar su pequeño departamento al igual que cuando lo hacía con Mathilda.

En esas estaba muy animado León, cuando tocaron a su puerta, lo cual lo desconcertó, quien se preguntó quien tocaría a la puerta; los vecinos imposible, nunca lo saludaban cuando se topaban con él en las escaleras del edificio y cuantimenos lo visitaban en su departamento para saber si necesitaba algo, pero ante la insistencia, León fue a ver quien tocaba y al abrir se encontró de frente con Mathilde.

¡La sorpresa fue mayúscula! ¡León se tallaba una y otra vez los oclayos! pues no daba crédito a lo que veía, ¿Mathilda? ¿Ahí? ¡Imposible! pero ni tiempo tuvo de reaccionar, una Mathilda proactiva lo cominaba a que se apurara, sólo había venido a ver el nacimiento, el árbol y el departamento adornado, pasar la noche buena juntos y a llevárselo de ahí en Navidad a un lugar mejor (cosa que no entendió del todo León). Pero Mathilda al momento notó que León no había cumplido con adornar el departamento, así que por iniciativa de ella, ambos echaron manos a la obra y se pusieron a adornar lo que se tenía a adornar y una vez terminado el ajuar de navidad, Mathilda se puso a cocinar la cena de Noche Buena-Navidad, la cual, para alegría de León, quien no salía de sus sorpresa de tener a su esposa ahí con él, le preparó unos romeritos con tortas de camarón, un caldo de camarón y unas empanadas de camarón (creo que a León le gustaba el camarón) acompañado con una buena caguama León negra bien elodia.

La Cena fue maravillosa, la Noche Buena como ninguna, Mathilda y León brindaron con sidra de Puebla, rieron y bailaron al son de la marimba (León era chiapaneco, creo de la costa, de un pueblito llamado el Zapotal), se abrazaron, se besaron, teniendo como escenario su iluminado departamento de interés social, el cual brillaba como nunca. Y entonces, llegó la Navidad y León y Mathilda viéndose amorosamente, supieron que era tiempo de partir.

Mathilda ya conocía el camino y León se dejó llevar, feliz, pues como que había rejuvenecido, ya no le dolía el cuerpo, ya no tosía, ya no tenía fiebre, y no le faltaba el aire, bueno hasta olía el aroma a pino del arbolito de Navidad. León había tenido una Noche Buena y una Navidad como nunca y sobre todo, ahora tenía la compañía de Mathilda…

Los toquidos en la puerta del departamento cesaron, un vecino había ido a tocar para que León moviera su taxi, pues extrañamente lo había dejado sin freno de mano y sin velocidad, lo que provocó que se recorriera del lugar donde estaba, hasta el punto que obstruía el portón del garaje el vecino que había ido a buscar a León. Los vecinos al oír la insistencia de los toquidos, salieron a ver que pasaba; la mayoría al cerciorarse que era algo de poca importancia volvieron a la fiesta de Noche Buena Navidad dentro de sus departamentitos, donde la mayoría se había reunido con diez o veinte parientes o amigos y al son de cumbias, salsa, reggeton y uno que otro rock, festejaban alegremente, sin usar gel, ni cubrebocas, ni manteniendo la sana distancia. Alguien, de los que todavía aguantó mas por la curiosidad y el morbo a ver que pasaba con el vecino que dejaba su taxi estorbando, le sorprendió que no hubiera luz dentro del departamento de León y lo comentó con otro vecino, pero a ambos no les ocupó más el asunto y regresaron a su Noche Buena Covid 19 a seguirse contagiando…de la sana alegría navideña, tan promocionada por la Rata Salinas PRIego.

Días después, por una llamada de los vecinos al 911, los bomberos entraron al departamento de León y Mathilda, el cual se encontraba desordenado, sin luces navideñas, el arbolito de navidad tirado, sin armar, algunas esferas rotas en el piso y ni rastros de un nacimiento.

Alguien entró en la recámara de León y dio un gritó…en ese momento supieron que León tenía muchos días de haberse ido.

Tenejapanboy

México de Luto.